Se encontraba sentada, sus
piernas largas dobladas, su espalda recta, las palmas de la mano sobre sus
rodillas cara al cielo, sus ojos añil perdidos en el horizonte viendo caer el atardecer y perdidos en el
intenso infinito del mar frente a ella.
En ese momento del día era cuando
su cuerpo podía descansar, y respirar la soledad de estar con él, de olor su
salitre y de sentir el bosque espeso a su espalda susurrando sus árboles y
mientras oír la suave despedida de los pájaros que con la caída del sol se
refugiaban para dormir.
Era en esos momentos cuando
recordaba otros de su vida, se veía en
medio del poblado corriendo entre sus casa circulares de piedra, jugando con
sus hermanos aprendiendo a blandir su espada. En ocasiones se burlaban de ella,
pero acabaron por reconocer era muy buena, mejor que muchos con apenas sus
dieciséis años y mucho más atractiva para la vista de ellos, su cabellera
rojiza trenzada, sus piernas embutidas en los pantalones de piel, su torso resaltado
por el pequeño corsé de metal que la protegía, todo mostraba cada movimiento,
ligera como una pluma certera con su esbelta espada de plata que para ella era
una prolongación de su brazo.
Recordó como el poblado había
quedado asombrado en una lucha con Beltrán, perfecta y sensual entre dos
guerreros nobles, parecían danzar , uno frente al otro, hacia delante hacia
atrás mandoble tras mandoble, así un buen rato hasta que sus espadas se
cruzaron creando frente a ellos una equis perfecta y separados solo por el frio
metal, sus ojos se enfrentaron, el azul intenso de ella, fundido en los negros
de él, un fragmento de tiempo y Beltrán la venció, quedando ella perdida en la
lucha y en el negro de sus ojos.
Sus recuerdos volaban y de pronto
volvió a sus dieciocho años, se encontraba al lado de su madre, con el corazón
en un puño y curando las manos de Beltrán, que en ese momento tenían llagas y
la piel le caía a trozos por las quemaduras.
Llevaba años ayudando y viendo a
su madre curar a la gente, conocía las plantas y hierbas del bosque y como
usarlas, en esos momentos estaba preparando la sábila para las heridas del
chico, después las vendaría, y al cabo de unos días usarían de la colmena un
antiséptico, así cicatrizarían sin secuelas.
Sin ella y su madre Beltrán no
sería ahora el mejor guerrero, su mejor amigo, y su maestro con la espada.
La noche que curó a Beltrán, su
padre le revelo que ella sería la siguiente Druida en la familia, no sería
ninguno de sus hermanos, ella poseía los dones, sabía curar, podía leer las
estrellas, dominaba las armas, sobre todo la espada, era dócil con la gente
pero firme, pero lo que la hacía
diferente eran sus visiones, esas donde le era revelado el futuro, el
pasado e incluso cosas que a veces
hubiera preferido no saber.
Fue ese día cuando cerró su
corazón al amor, guardo sus sentimientos y se alejo del poblado para vivir en
el bosque.
Moira salió de su letargo,
flexiono sus piernas las estiro, levanto y se interno en el bosque, el olor a
tierra humedecida, las hojas otoñales desprendiendo sus intensos dorados por
doquier, reconfortando su espíritu, decidió en ese momento vivir su destino
como si fuera acabar ese mismo día.
Cuando llego al centro del bosque
observo la espalda ancha, sus fuertes brazos blandiendo la espada que cortaba
el intenso aire, rompiendo el silencio de la espesura salvaje, una y otra vez
como luchando contra un fantasma. Al cabo de un rato lo llamo, Beltrán dejo
caer la espada y busco a Moira con la mirada a través del verde bosque.
_ ¡Hola! No sé como lo logras hacer, pero eres como
parte de este bosque, no logro oírte ni verte hasta que estas a mi lado.
_Es mi casa, mi hogar, mi madre,
me protege, cobija, escucha, cuando logres verlo y sentirlo como si fuera parte
tuya, me encontrarás fácilmente.
En un movimiento rápido se libero
de su manto druídico, descubriendo ante el su esbelto cuerpo embutido en su
traje de guerrera, sus blanquecinas y pálidas manos buscaron la espada.
Había llegado la hora de practicar
un poco, era el momento donde la veía volar espada en mano cortando lo
invisible, era tenerla cerca sin poder tocarla, oírla gemir con voz suave, a
causa del ejercicio, para él todo ese juego era sensual a sus sentidos.
De repente se quedo quieta, y
antes de acuclillarse, Beltrán vio el miedo reflejado en sus ojos añiles.
_ ¡Moira, Moira! Que sucede.
El silencio invadió todo el
espacio, su cuerpo acuclillado, se apoyaba en la espada en su mano ahora a modo
de báculo, con su punta clavada en la tierra fresca. Él la conocía en ese
momento tenía una de sus visiones.
Se sentó paciente a su lado a
esperar a que el trance cesara, cuando eso sucedía solo podía esperar, sus
sentidos se aguzaban era el único momento en que ella se encontraba indefensa,
quedaba a merced de lo que fuera.
También era el momento en que se
podía permitir soñar, donde sus manos anhelantes rozaban sutil su cabello rojo enredando
sus mechones entre sus dedos, respirando su esencia de bosque y mar de madre
naturaleza; su manos níveas crispadas sobre su cabeza, eran suaves, aun las recordaba
de cuando le curaron las suyas, desde ese día la deseaba, deseaba sus labios
cerca de los de él.
De pronto oyó un susurro en el
aire, una espada cortaba el viento y se detenía sobre su garganta.
_ Beltrán, amigo mío deja de
soñar, algún día acabaremos muertos.
_ Yo, yo… Se levantó poco a poco
retirando la espada plateada de su garganta y oculto su rubor; su insensatez le
deja en evidencia delante de ella. Y no podía permitirse ser vulnerable ante
ella.
_ ¿Qué has visto?
_ Muy poco, días terribles, sangre,
fuego, dolor.
_No son buenas noticias.
_No, no lo son, en pocos años
acabará todo, y serán días tranquilos. Sin embargo ella sonreía
_ ¿Por qué sonríes así?
Ella giro y desaparecía en
silencio en el bosque, no podía decirle había visto una niña de cabellos rojos
al viento y ojos negros intensos corriendo en la playa, jugando con los
animales de su bosque, con una pequeña espadita de madera antes su padre, un
niña que traía la paz, una niña que les pertenecía a ellos, pero que no sabía
si era parte de su visión o parte de esos sueños silentes de su deseo.