domingo, 19 de febrero de 2012



Nostalgia 

Sin venir a cuento anoche la nostalgia se apoderaba de mí, los recuerdos invadían mi mente y las lágrimas afloraban, despacio recorriendo mis mejillas entre penumbras. 
Que vacio tiene aquel que es emigrante, aquel que divide sus amores a la tierra y a los seres. 
Recordaba como de muchas veces mantuve en Venezuela conversaciones de este tipo. 
-¡Hola, Qué tal! 
- ¡Hola, bien y tú! 
-Bien, mucho gusto. 
-Igualmente. 
- ¿Eres Venezolana? Sí lo soy, nacida aquí de Padres españoles. 
-Ah, con razón es que no pareces venezolana. 
-Jaja, no es la primera vez que me lo dicen… 
Y por ahí surgía un sinfín de sentimientos, y me decía, pero qué coño, si soy nacida aquí y criada aquí… pero no le daba más importancia, algunas veces hasta me causaba gracia, o lo veía en beneficio. 
Sin embargo siempre sentí a Venezuela mi patria, y aún hoy la siento, y se me agolpan los sentimientos cuando oigo un alma llanera o cuando oigo la canción Venezuela, tantas veces cantada por muchos, como me identifico ahora con sus estrofas… “entre tus playas quedo mi niñez”, nunca pensé que esa frase fuera a ser tan cierta, porque en las playas de Falcón pase mis más hermosas vacaciones de niña, tengo recuerdos inmensos. 
Ahora las conversaciones son tan parecidas, solo cambian cuando después de cuatro frases me dicen ¿tú no eres gallega verdad? Y toca decir lo mismo, no, nací en Venezuela y mis padres son gallegos… y bla bla bla. 
Los emigrantes siempre dando explicaciones, sean ellos mismos o sus hijos, pertenecen a esa tierra de nadie, ese limbo entre mundos que las personas creamos con tantas fronteras. 
Hoy entiendo a mi madre cuando decía que no era de ninguna parte que extrañaba cosas de Galicia, pero que amaba a Venezuela, que su corazón se dividía entre la una y la otra, que en una había nacido y la otra la había hecho persona, tanto amo a las dos que pidió ser incinerada y sus cenizas repartir en ambos mares, esos donde yo deje mi niñez y esos donde ella disfruto sus últimos años. 
A nosotros los emigrantes las tierras nos dan y nos quitan, tenemos en desconsuelo de no ser de ningún lado, y a su vez la maravilla de ser ciudadano del mundo. 
España me quito lo que más ame, mi madre, pero me dio lo que más amo, mi hija, Venezuela me formo como persona, me dio su sol, y sobre todo la nobleza de sus gentes. 
Es duro querer ver la tierra de uno y sentir miedo, miedo por lo que sucede, miedo de ver como un país noble se ha ido destruyendo, por la avaricia de unos y el abandono de otros. Sí, me fui de mi tierra y soy ciudadano del mundo, no por elección sino por obligación. 
Y la historia se repite, mis padres fueron pensando jamás regresar pero el destino los hizo volver, yo ahora sé no voy a regresar en mucho tiempo, no sé si los mismos cuarenta años que ellos estuvieron lejos de su tierra, no sé si antes de eso, no tengo ni idea si me toque volver, quizás mi hija vuelva a dar el giro a esta rueda de vida que tenemos los que somos emigrantes, los del limbo, los que tenemos y no tenemos patria, o como prefiero verlo yo, los que tenemos dos, tres, cuatro o más banderas, más gentes, más culturas, y un montón de sentimientos vividos por vivir y por compartir. 
A todos esos que dividen su corazón entre tierras, a todos los que por una u otra razón han tenido que salir fuera de la tierra que los vio nacer, para seguir creciendo en otra que no es la suya. 











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