Nostalgia
Sin venir a cuento anoche la nostalgia se
apoderaba de mí, los recuerdos invadían mi mente y las lágrimas afloraban,
despacio recorriendo mis mejillas entre penumbras.
Que vacio tiene aquel que es emigrante, aquel
que divide sus amores a la tierra y a los seres.
Recordaba como de muchas veces mantuve en
Venezuela conversaciones de este tipo.
-¡Hola, Qué tal!
- ¡Hola, bien y tú!
-Bien, mucho gusto.
-Igualmente.
- ¿Eres Venezolana? Sí lo soy, nacida aquí de
Padres españoles.
-Ah, con razón es que no pareces
venezolana.
-Jaja, no es la primera vez que me lo
dicen…
Y por ahí surgía un sinfín de sentimientos, y
me decía, pero qué coño, si soy nacida aquí y criada aquí… pero no le daba más
importancia, algunas veces hasta me causaba gracia, o lo veía en
beneficio.
Sin embargo siempre sentí a Venezuela mi
patria, y aún hoy la siento, y se me agolpan los sentimientos cuando oigo un
alma llanera o cuando oigo la canción Venezuela, tantas veces cantada por
muchos, como me identifico ahora con sus estrofas… “entre tus playas quedo mi
niñez”, nunca pensé que esa frase fuera a ser tan cierta, porque en las playas
de Falcón pase mis más hermosas vacaciones de niña, tengo recuerdos
inmensos.
Ahora las conversaciones son tan parecidas,
solo cambian cuando después de cuatro frases me dicen ¿tú no eres gallega
verdad? Y toca decir lo mismo, no, nací en Venezuela y mis padres son gallegos…
y bla bla bla.
Los emigrantes siempre dando explicaciones,
sean ellos mismos o sus hijos, pertenecen a esa tierra de nadie, ese limbo
entre mundos que las personas creamos con tantas fronteras.
Hoy entiendo a mi madre cuando decía que no era
de ninguna parte que extrañaba cosas de Galicia, pero que amaba a Venezuela,
que su corazón se dividía entre la una y la otra, que en una había nacido y la
otra la había hecho persona, tanto amo a las dos que pidió ser incinerada y sus
cenizas repartir en ambos mares, esos donde yo deje mi niñez y esos donde ella
disfruto sus últimos años.
A nosotros los emigrantes las tierras nos dan y
nos quitan, tenemos en desconsuelo de no ser de ningún lado, y a su vez la
maravilla de ser ciudadano del mundo.
España me quito lo que más ame, mi madre, pero me
dio lo que más amo, mi hija, Venezuela me formo como persona, me dio su sol, y
sobre todo la nobleza de sus gentes.
Es duro querer ver la tierra de uno y sentir
miedo, miedo por lo que sucede, miedo de ver como un país noble se ha ido
destruyendo, por la avaricia de unos y el abandono de otros. Sí, me fui de mi
tierra y soy ciudadano del mundo, no por elección sino por obligación.
Y la historia se repite, mis padres fueron
pensando jamás regresar pero el destino los hizo volver, yo ahora sé no voy a regresar
en mucho tiempo, no sé si los mismos cuarenta años que ellos estuvieron lejos
de su tierra, no sé si antes de eso, no tengo ni idea si me toque volver,
quizás mi hija vuelva a dar el giro a esta rueda de vida que tenemos los que
somos emigrantes, los del limbo, los que tenemos y no tenemos patria, o como
prefiero verlo yo, los que tenemos dos, tres, cuatro o más banderas, más
gentes, más culturas, y un montón de sentimientos vividos por vivir y por
compartir.
A todos esos que dividen su corazón entre
tierras, a todos los que por una u otra razón han tenido que salir fuera de la
tierra que los vio nacer, para seguir creciendo en otra que no es la
suya.
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